1.-Presentación y comentario personal del trabajo

2.-Biografía de María Antonieta

3.- 7 de enero de 1770

4.- 19 de mayo de 1770

5.- 12 de junio de 1773

6.- 13 de mayo de 1774

7.- 20 de julio de 1775

8.- 6 de agosto de 1775

9.- 19 de febrero de 1779

10.- 30 de octubre de 1781

11.- 7 de noviembre de 1785

12.- 9 de julio de 1787

13.- 8 de junio de 1789

14.- 8 de octubre de 1789

15.- 27 de junio de 1791

16.- 25 de enero de 1793

17.- 15 de octubre de 1793
¡¡Bienvenidos!!

Este blog ha sido creado por tres alumnas de 4º de la ESO del colegio Asunción Vallecas, de Madrid como trabajo de investigación acerca de la reina de Francia María Antonieta.

Nosotras somos: Alba Macarro Becerra, Elisabet Layla Afonso Pérez y Sarai Díaz Esteban.


Hemos querido plantear este trabajo como un diario y, después de informarnos debidamente y buscar detalles acerca de María Antonieta, hemos tratado de narrar algunos de los acontecimientos más importantes de su vida.

Nos interesaba la imagen de María Antonieta pues desde siempre ha sido una mujer muy conocida y la etapa de la historia que le tocó vivir fue una llena de cambios que han sido esenciales para los pilares de nuestra sociedad pero lo que realmente pretendíamos era centrarnos en ella, meternos en su piel e intentar saber qué podría estar sintiendo o pensando en cada momento.

A medida que hemos hecho este trabajo, hemos ido conociendo un poco más a la famosa reina y nos hemos dado cuenta que a pesar de la imagen que se tiene de ella (egoísta, tonta, despreocupada, fiestera, adicta a la moda...)muchas de las cosas que se afirman de su vida y su forma de ser son falsas y que, aunque es cierto que cometió muchos errores y fue muy despilfarradora, se preocupó por el sufrimiento de su pueblo más de lo que se cree.
Haciendo este trabajo, hemos ido apartando esas etiquetas que nosotras también teníamos de la imagen de María Antonieta y hemos comprendido que ella, al fin y al cabo, era una niña a la que apartaron de su familia y llevaron a un lugar tan extraño y agobiante como era la Corte de Versalles donde se vio desubicada.
Por otro lado, creemos que para ella, el verse defraudando a su madre y a toda la Corte y al sentirse tan insatisfecha con la monotonía de la vida palaciega y con su matrimonio, se dejó llevar por el placer de las fiestas, los vestidos, los banquetes, los peinados, el juego, los bailes... Ese pequeño mundo que ella descubrió en las noches parisinas y en su Pequeño Trianón eran lo único que conseguían hacerla reir y olvidar toda esa presión del día a día en el palacio de Versalles.

Por ello, aunque no justificamos su actitud y sus errores, creemos que hemos llegado a entender cómo se sentía y porqué actuaba de esa manera y hemos querido tratar de reflejarlo con el "Diario de María Antonieta"

Esperamos que lo disfrutéis y... ¡comed pasteles!

María Antonieta Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, hija de Francisco I y María Teresa I, nació en Viena el 2 de noviembre de 1755.
La joven María Antonieta no se preocupaba demasiado por los estudios y era algo despistada y perezosa aunque rebosaba de gracia y alegría. Fue su madre quien se encargó de que fuese educada para ser reina y la hizo recibir clases de canto, baile, clave, dicción y lengua y literatura francesas.
Su matrimonio con el delfín de Francia, Luis XVI, fue concertado cuando María Antonieta tenía doce años y se celebró dos años más tarde en Versalles.
Al hacer su entrada en París, la pareja fue recibida con vítores y alabanzas del pueblo y pronto, la vida de la capital deslumbró a María Antonieta que iba a la ciudad a menudo, muchas veces, de noche, acompañada por sus cuñados en busca de diversión mientras su esposo, generalmente, prefería quedarse en casa. En 1774, tras la muerte del rey Luis XV, Luis XVI y su esposa María Antonieta fueron coronados reyes de Francia y de Navarra.
Estos nuevos monarcas creaban esperanzas para el pobre pueblo de Francia que esperaba la llegada del bienestar, pero estaban equivocados.
Los nuevos reyes no se preocuparon demasiado de sus súbditos pues el nuevo rey, aunque tenía buena voluntad, carecía de iniciativa y de la inteligencia necesarias para su cargo y lo más atractivo para él era la caza.
Por otro lado, María Antonieta, vanidosa y perezosa, hacía caso omiso a los consejos de su madre y no solo no se preocupaba por los asuntos de Estado, sino que no le importaban demasiado y se dedicaba enteramente a "su mundo": vestidos, peinados, fiestas...
La joven reina, caprichosa y despreocupada despilfarraba el dinero en sus caprichos y en los de sus amigos e incluso se dice que tuvo un romance con el conde sueco Hans Axel de Fersen.
En 1777, el matrimonio de Luis XVI y María Antonieta aún no se había consumado y la joven reina recibió la visita de su madre María Teresa I y de su hermano, el emperador de Austria, Francisco José II, quienes nuevamente le dan consejos esperando que María Antonieta razonase y se convirtiese en una reina trabajadora, pero ella no les tuvo demasiado en cuenta.
Sin embargo, su madre y su hermano sí lograron que el matrimonio se consumase y en 1778 nació la primera hija de los reyes de Francia: María Teresa Carlota de Francia quien, a pesar de no ser el esperado delfín, fue recibida con gran alegría y fue muy mimada por sus padres.
María Antonieta se volvió más cariñosa y maternal con el nacimiento de su hija pero aún así, pronto volvería a su vida de juergas y derroches.
Finalmente, en 1781 María Antonieta dio a luz a un niño, el nuevo delfín de Francia: Luis José.
Más tarde, tuvieron otros dos hijos: En 1785 nació Luis-Carlos y en 1787 nació su última hija María Sofía Helena Beatriz la cual murió con solo un año de tuberculosis.
Poco a poco, debido a los lujosos caprichos que la reina se daba mientras el pueblo pasaba hambre y a ciertos escándalos como el "caso del collar", el prestigio de la reina fue cayendo en picado y llegó a ser muy impopular e incluso odiada e insultada por algunos a pesar de que trató de reducir sus gastos.
En 1789, poco después de la convocatoria de los Estados Generales, murió el pequeño Luis José y en octubre, los ciudadanos asaltaron el palacio armados como soldados reclamando la presencia de los reyes y fue entonces, cuando María Antonieta salió al balcón y les hizo una reverencia a modo de respeto.
Días más tarde, María Antonieta y el resto de su familia fueron obligados a abandonar el Palacio de Versalles y trasladarse al Palacio de las Tullerías.
En 1791 la familia real trató de huir pero fueron apresados en Varennes y trasladados de nuevo al Palacio de las Tullerías.
Luis XVI fue separado de su familia, juzgado y finalmente, guillotinado en la Plaza de la Revolución, ante cientos de ciudadanos franceses.
En 1793, María Antonieta fue juzgada ante el Tribunal Revolucionario y condenada a muerte. Fue el 16 de octubre de 1793 cuando María Antonieta, la última reina de Francia, siendo abucheada e insultada por el pueblo, subió al cadalso y fue guillotinada.
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Imágenes empleadas:
1-María Antonieta retratada por Jean-Baptiste Gautier Dagoty

Querido diario:

Mi nombre es María Antonieta Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, nací el 2 de noviembre de 1755 tengo nueve hermanos sin contar a los que, desgraciadamente, han fallecido con el paso del tiempo.
Mi madre es María Teresa, archiduquesa de Austria, reina de Hungría y reina de Bohemia, emperatriz del Sacro Imperio Germánico, a la cual quiero mucho, y mi padre, fallecido hace unos años, Francisco I, gran duque de Toscana y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Mi querida madre me regaló hace unos meses este diario pero no me había atrevido a empezarlo hasta ahora que siento que necesito un amigo con quien hablar.

Me sorprendió que mi madre me entregase un diario a modo de regalo de mi decimotercer cumpleaños pero ahora ya entiendo por qué lo hizo pues en unos meses iré a vivir a Francia y me casaré con el delfín Luis Augusto de Borbón, lo cual, me asusta, pero a la vez me entusiasma pues sé que es lo mejor para mí y para Austria.

Desde hace tiempo, mi madre decidió que ya iba siendo hora de dejarme de juegos y de centrarme en mi educación así, contrató al abad de Vermond quien está instruyéndome en lengua, literatura e historia de Francia para convertirme en una esposa ejemplar y, dentro de unos años, una reina digna de la corona de Francia.
Además del abad cuento también con Monsieur Noverre, prestigioso profesor de ballet en París del que estoy aprendiendo a andar y bailar con gracia, y Christoph-Willibald von Glück que me enseña todo lo relacionado con la música.
Todos coinciden en que soy muy mala estudiante pero que mi gracia y carisma lo compensan y, aunque s
on algo estrictos, he de admitir, que les he cogido cariño y estoy segura, que a pesar de mis despistes y mi acusada pereza con los estudios, ellos también me aprecian a mí.
A pesar de que llevo bastante tiempo preparándome para asumir un cargo de tanta magnitud en unos años, siento que no estoy lista, y he de admitir, que me aterra el futuro al igual que el separarme de mi familia y mi hogar. Sin embargo, sé que tengo que ser fuerte pues Austria y mi madre no esperan menos de mí y quiero hacer que se sientan orgullosos y honrar así la memoria de mi padre.
Poco más podría decir de cómo me siento actualmente, ha sido bastante reconfortante poder contarlo todo, aunque sea por escrito, y espero, que, de ahora en adelante, me sirvas como confidente.

Tuya, María Antonieta *************************************************************************************
Imágenes empleadas:
1-Retrato de María Antonieta a los doce o trece años realizado por Martin van Meytens.

Querido diario:

Mi matrimonio ya
es un hecho.
El 15 de mayo llegué a Francia y un día más tarde se celebró mi boda con el Delfín Luis Augusto de Borbón, sin embargo la boda por poderes se había celebrado hace hoy un mes, el 19 de abril, aunque ya me parece una fecha muy lejana, pues últimamente el tiempo pasa muy despacio.

Fue un día muy largo, la noche anterior no p
ude conciliar el sueño pensando en lo que me esperaba, y ahora ya estoy aquí en mis aposentos de Versalles.
Por la mañana desayuné por última vez en Austria y me despedí de todos mis hermanos para después hablar con mi madre quien me dio una serie de consejos que deberé seguir durante mi vida aquí, en Francia.
Tras ello, emprendí el viaje con mi séquito austriaco hasta Estrasburgo donde me esperaba la Condesa de Noailles, mi dama de honor y encargada de enseñarme el protocolo de la corte versallesca, con toda una comisión francesa que se encargó de despojarme de toda mi ropa y pertenencias austriacas y ataviarme con las prendas más prestigiosas de la última moda en Francia. He de admitir que fue un momento bastante embarazoso pues, en apenas unos minutos,
me vi en paños menores delante de varias doncellas francesas a las que no conocía de nada aunque no puedo negar que la camisa de seda, las enaguas, las medias, los zapatos, los lazos y el vestido en sí, eran preciosos. Después de esto, fuimos hasta el bosque de Compiègne donde me esperaban el Delfín y su abuelo Luis XV, Rey de Francia. Luis Augusto me recibió con una exuberante sonrisa un cálido beso en la mejilla y con él me encaminé hacia el impresionante palacio de Versalles.
Esa noche dormí separada del delfín en un gran cuarto decorado con los más lujosos muebles. Esa noche, tampoco pude dormir bien pues era la primera noche que pasaba lejos de mi famili
a y mi hogar y al día siguiente, se celebraría un acontecimiento que marcaría para siempre la historia de Francia. Finalmente llegó el esperado día, y esa mañana cuando me desperté, me sentía asustada aunque a la vez impaciente pero cuando vi mi imagen reflejada en el espejo con ese elegante vestido de novia, noté como todos mis miedos se esfumaban y que contaba con la fuerza suficiente para afrontar mi cargo como delfina. Mi boda se celebró en la capilla de Luis XIV presidida por el Arzobispo de Reims quien bendijo las tradicionales trece monedas de oro y los anillos. Luis Augusto me entregó las monedas y me colocó el anillo en el dedo anular y fuimos bendecidos por el arzobispo. La capilla estaba a reventar; asistieron seis mil nobles y veintidós miembros de la familia real y había una gran orquesta formada por casi doscientos músicos que nos deleitaron con hermosas piezas de música de los más prestigiosos compositores. Luis Augusto y yo abrimos el baile pero hubo un pequeño altercado que perturbó la tranquilidad que hasta ahora había reinado en mi boda: las princesas de Lorena comenzaron a bailar antes que las duquesas francesas lo que produjo un malestar en éstas últimas que lo consideraron como una falta de respeto ya que era una ruptura del protocolo. También me enteré de que murieron unas ciento treinta personas en la calle y estas situaciones me han hecho sentir incómoda y un tanto responsable.
Esa noche el Rey, el Arzobispo y otros miembros de la Corte nos acompañaron hasta nuestro cuarto donde bendijeron el lecho y se retiraron esperando que el matrimonio se consumase pero en contra de todo lo previsto no fue así. Tanto Luis Augusto como yo nos sentíamos bastantes cohibidos por toda la presión y ninguno dio el primer paso así que, cada uno dormimos por nuestro lado. No sé si alguien se habrá enterado de que no pasó nada durante mi noche de bodas (ni durante las noches siguientes) pero espero que ese sea el caso pues sería algo bastante embarazoso para la reputación de los futuros reyes de Francia y no me gustaría defraudar a mi madre quien espera que yo sea una Reina ejemplar.
Por la mañana, me despertaron varias damas de la Corte francesa junto con la condesa de Noailles, que según me indicaron tenían como tarea vestirme y fue algo curioso pues según el cargo que ostentasen, unas tenían más derecho que otras. Esto ocurrió también a la mañana siguiente, y a la siguiente y esta misma mañana y creo que seguirá ocurriendo durante mi estancia aquí y la verdad es que pensar en ello, me agobia; la Corte francesa es realmente abrumante y lo cierto es que muchas de las tradiciones que me explica Madame Noailles me parecen ridículas aunque no me queda más remedio que acostumbrarme a esta nueva situación. Aún estoy adaptándome a la vida aquí que a parte de ser, como ya he dicho, abrumadora, es bastante monótona pero ya te seguiré contando como transcurre mi vida durante los futuros días.

Tuya, María Antonieta

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Imágenes empleadas:
1-Grabado que ilustra el enlace de María Antonieta y Luis XVI.

2-Capilla de Luis XIV, lugar en el que se celebró la ceremonia.

3-Imagen de la película de Sofía Coppola "María Antonieta"


Querido diario:

Desde mi llegada a Francia siempre había querido visitar París y el pasado 8 de junio de 1773, el Rey tras prepararlo todo, nos dejó a mí y a mi esposo Luis Augusto, junto con algunos miembros de la Corte, hacer un pequeño viaje a la capital.
Había dos horas de camino en las que estuvimos acompañados de gritos y aclamaciones y, a nuestra entrada oí retumbar cañones y el sonido de los fuegos artificiales.
Fuimos recibidos con el homenaje de las autoridades, la gente nos hacía muestras de cariño entregándonos pañuelos, flores… y esto continuó así durante el trayecto hasta el Palacio de las Tullerías donde nos esperaban miles de franceses que aclamaban nuestro nombre y ponían todo sus esperanzas en nosotros.

Me sentí realmente orgullosa al ver esa cálida bienvenida y fascinada por todo aquello.
Pasamos un día estupendo, volvimos a última hora a Versalles y yo estaba tan deslumbrada que no podía parar de pensar en todo lo que habíamos hecho y en las ganas que tenía de volver.
Desde ese día he hecho otras visitas a París pero éstas han sido nocturnas y sin tanta celebración ya lo que busco es divertirme.
Aunque mi marido ha venido en alguna ocasión, generalmente prefiere quedarse en casa; así que yo suelo ir con mis cuñados y amigas a pequeñas fiestas privadas a las que asisten otros miembros de la corte.

Lo que más me gusta de estas noches es jugar a las cartas escuchando música; realmente los franceses saben como divertirse, y ahora que he encontrado a gente con la que moverme me siento totalmente integrada y me ayudan a evadirme de la monótona vida en palacio.
Ya me siento cómoda y esto es, en parte, gracias a gente como la Princesa de Lamballe, la condesa de Polignac o mi cuñado el conde de Artois. Con ellos voy a la ópera, apuesto a las cartas y a los dados y muchas tardes las paso con las chicas probando nuevos peinados y encargando vestidos.
Por otro lado, Madame Du Barry sigue haciéndome muestras de cordialidad y estoy dispuesta a responder a sus saludos, pero no a entablecer una relación con ella por mucho que insistan mi madre y el embajador. Sé que es la "favorita" del Rey, pero lo que ella deseaba era que yo le dirigese la palabra, y ya lo hice hace un año cuando hice un comentario acerca de la gran cantidad de gente que había en Versalles y, como ya le dije a mi esposo, esas eran las únicas palabras que le iba a dedicar a esa mujer. Mi madre sigue preocupándose por este asunto pero a mí no me preocupa lo más mínimo y lo cierto, es que no le tengo ningún aprecio a Madame Du Barry después de lo que me contaron las hermanas del Rey.
Notarás que mi estado de ánimo ha cambiado radicalmente con respecto a los primeros días en los que empecé a escribir este diario y quizá esto se deba a que ser la Delfina de Francia no es un cargo tan estresante como yo esperaba, aunque este sentimiento de libertad me inquieta un poco porque quizás el que no me este afectando tanto quiere decir que no estoy cumpliendo mi cargo como debería…
Sin embargo, nadie me ha pedido cuentas ni me ha reñido por mi actitud hasta ahora (salvo Madame Noailles o como yo la llamo “Madame l’Etiquette” que no me deja respirar tranquila, criticando todo lo que hago y atormentándome con sus normas de protocolo) así que, trataré de relajarme y disfrutar.


Tuya, María Antonieta.
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Imágenes empleadas:
1-Imagen de la película "María Antonieta" de Sofía Coppola.


Querido diario:

Hoy, 13 de mayo de 1774, toda Francia está de luto porque el día 10 falleció, víctima de la viruela, el hasta ahora Rey de Francia Luis XV.
Ha sido un duro golpe para todos y en especial para Luis y para mí, pues por un lado Luis estaba muy apegado a su abuelo a pesar de que eran muy distintos y yo, a parte de que acabé cogiéndole cariño al “viejo” Rey, vuelvo a sentir dudas e inseguridad frente a lo que me espera, pues desde ayer Luis y yo somos lo Reyes de Francia.
Ha sido un cambio muy brusco e inesperado puesto que todos esperábamos que el Rey se recuperase y apenas han pasado cuatro años desde que llegué a Francia para convertirme en Delfina y de la noche a la mañana, me he visto nombrada Reina.
Al funeral han acudido todos los miembros de la Corte francesa y la mayor parte de los miembros de la familia real, además de otros nobles de las distintas coronas europeas.
Ha sido un momento muy emotivo para todos y no hemos sido capaces de reprimir el llanto puesto que un gran hombre nos abandonaba.
El pueblo, por una parte, está consternado pero a la vez se sienten entusiasmados ante nuestro reinado porque esperan un cambio de aires y unas mejoras en la calidad de vida y por ello ponen todas sus esperanzas en nosotros.
Todos estos acontecimientos me hacen sentir de nuevo esa sensación de carga y responsabilidad que se apoderó de mí en mis primeros días en Francia y me preocupa no cumplir con las expectativas de los ciudadanos.
Espero que estos miedos se esfumen con el paso del tiempo al igual que me ocurrió tras mi matrimonio con Luis Augusto de Borbón, ahora, Luis XVI de Francia.

Tuya, María Antonieta.
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Imágenes empleadas:
1-Retrato de Luis XV realizado por Hyacinteh Rigaud

Querido Diario:

Sé que llevo mucho tiempo sin escribir, pero mi vida últimamente es muy ajetreada. Debido a la Consagración de nuestra Coronación el 11 de junio mi esposo, el ya oficialmente Rey de Francia, me hizo un inesperado obsequio: el Pequeño Trianón, un acogedor palacio cerca de nuestra residencia en Versalles.
Ya había pertenecid
o a la “querida” del Rey Luis XV, Madame du Barry a la cual, como ya sabes, no aprecio demasiado. Ahora el Pequeño Trianón es mío y allí encuentro un lugar idóneo para evadirme. Es el mejor regalo que Luis podría haberme hecho y ahora que el está dejando un poco de lado sus aficiones para hacerse cargo de los asuntos del Estado (aunque la caza para él siempre está por encima de todo) yo tengo un lugar donde satisfacer mis caprichos e ir con mis amigas. Tiene todo lo necesario para la diversión de una reina: zoológico, un pequeño huerto, prados verdes donde tomar el sol y salir a pasear… ¡es ideal! Además me estoy encargando de redecorarlo pues los gustos de las antiguas inquilinas no eran de mi agrado. Por otro lado, mi madre María Teresa de Austria, me envía cartas continuamente a través del embajador; está muy preocupada por mí pues aun no le he dado un heredero al trono y ella desea que ponga mas interés en la política. Me siento culpable por defraudarla pero siento que cada vez me importa menos todo lo relacionado con mi reinado pues desde que conozco las divertidas noches de París me resulta muy difícil concentrarme en algo que no sea mi entretenimiento, y estaría dispuesta a poner todo mi empeño en la política si fuese necesario, trataría de buscar en mi alma la fuerza y la destreza a la hora de reinar que tiene mi madre, pero creo que no se ha dado la ocasión para que yo pueda intervenir y lo cierto es, que tampoco me interesa demasiado. Además, he de confesar, que uso las fiestas y mis escapadas al Pequeño Trianón como excusa para no pensar demasiado en lo insatisfecha que estoy con mi matrimonio pues tanto mi madre como mucha gente cercana a mí, me insisten en que ya va siento hora de que tenga un hijo, y además, mi cuñado y su esposa, los Condes de Artois esperan un hijo y en caso de que este sea varón y yo no tenga descendencia masculina, este bebé, podría convertirse en el Delfín de Francia.
Como ves es mucha presión la que tengo que soportar pero a pesar de que he llegado a cogerle mucho cariño a Luis, no estoy realmente enamorada de él y no me siento atraída por él y mientras él no de un primer paso yo no me veo capaz de hacerlo.

Creo que esto es todo lo que puedo contarte por ahora.


Tuya, María Antonieta.
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Imágenes empleadas:
1-Imagen del exterior del Pequeño Trianón.
2-Imagen de una de las habitaciones del Pequeño Trianón


Querido diario:

Mi cuñado, el Conde de Artois ha tenido hoy mismo un hijo varón, Luis Antonio de Borbón y Saboya, primer Príncipe varón de su generación. El niño es una auténtica ricura, es precioso y me alegro por él y su esposa pero ya no puedo más con esta situación, me siento tan desesperada, tan angustiada…

Estoy harta de las murmuraciones. ¿Acaso creen que no sé que me llaman “la austriaca” con ese tono tan despectivo? Al parecer se dice que la reina se acuesta con sus cuñados, o con sus amigas, la Princesa de Lamballe y la Condesa de Polignac; me reclaman un heredero, alegando que no pongo todo mi empeño en “inspirar al Rey”.

Y mi madre me escribe diciendo que a mis hermanos y hermanas les va muy bien con sus respectivos matrimonios pero que mi situación ensombrece la felicidad que ellos le aportan…

¿¡Y qué más podría yo hacer!? ¿¡Acaso es todo culpa mía!?

Por las noches, Luis meda un beso en la mejilla, me da la espalda y se duerme sin más. Afirma que me quiere, y no lo pongo en duda, es más, yo también le tengo mucho aprecio a él, es un hombre tímido y dulce, pero lo que falta en nuestro matrimonio es la pasión y no sé qué más podría hacer yo para “inspirar” al Rey ni sé tampoco si quiero pues él tampoco despierta la pasión en mí.
Por supuesto que deseo darle un heredero a la Corona Francesa y honrar a mi madre, ese bebé sería la culminación de la alianza franco-austriaca pero yo ya no puedo soportar más la presión.
Lo único que me da la paz que me falta es mi pequeño mundo; probarme vestidos nuevos con mis amigas, encargar nuevos peinados, jugar a las cartas, pasar las tardes hablando y comiendo pasteles en mi Pequeño Trianón…
No quiero parecer caprichosa pero siento que solo así soy feliz.

Mi madre prometió que me haría una visita con mi hermano José lo más pronto posible… y aquí les espero…
Extraño tanto mi hogar, mi familia… En parte, sigo sin acostumbrarme a estar aquí…
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de lo duro que puede llegar a ser vivir en la Corte de Versalles pues jamás en mi vida había visto tanta hipocresía… ¡Oh, cómo me sonríen para luego decir que “la austriaca” no les va a dar nunca un delfín! Y tanto protocolo acabará por volverme loca, ni siquiera puedo respirar sin que “Madame l’Etiquette” critique mi manera de hacerlo…

Espero con ansia la visita de mi hermano y mi queridísima madre… cuánto deseo que me abrace y escuchar su cariñosa voz pronunciando mi nombre con una sonrisa en los labios… La necesito ahora más que nunca y espero que no tarde en venir a Francia.

Tuya, María Antonieta
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Imágenes empleadas:
1-Imagen de la película "María Antonieta" de Sofía Coppola

Querido diario:

He estado ocupada y hace tiempo que no escribo pero hoy es una fecha especial pues mi pequeña María Teresa cumple dos meses de vida.
No me tomé demasiado en serio los consejos que me dio mi madre durante su visita hace ya casi dos años pero ahora que tengo una hija, siento que hacen mella en mí.
Me noto más cariñosa, maternal y centrada y es que mi niña lo es todo para mí.
Aunque este nacimiento ha decepcionado a muchos porque no hemos tenido un hijo varón, Luis y yo estamos encantados con nuestra pequeña Princesa, que es la niña más bonita de Francia y otros, lo han celebrado por todo lo alto. Ha habido festejos por todo el reino, hasta los más pobres de la ciudad se han alegrado por el nacimiento de nuestra hija y las niñas de la Corte se pelean por cuidarla.
Mi pequeña es la personita más encantadora y dulce que haya existido jamás, es rubia, con grandes ojos azules como los míos y mejillas sonrosadas.
El parto fue un momento un tanto embarazoso y agobiante, además de, como es normal, doloroso, ya que, según marca la tradición estuvo toda la Corte versallesca presente.
Algo que también me duele es que no me dejen amamantarla ya que Maria Teresa tiene una nodriza asignada y “Madame L’Etiquette” insiste que es lo mejor para mí y para mi hija aunque yo no estoy nada de acuerdo respecto a eso.
Suelo ir con ella a mi refugio y estoy segura de que cuando crezca a ella también le encantará pasar las tardes en el Pequeño Trianón.
Aunque deseo volver a salir con mis amigas más a menudo como solía hacer, me siento muy apegada a mi hija porque la veo tan pequeña e indefensa que no quiero separarme de ella un momento ya que siento que me necesita y quiero ser tan buena madre como su abuela lo ha sido para mí.

Tuya, María Antonieta.
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Imágenes empleadas:
1-María Teresa retratada por
Adolf Ulrich Wertmüller


Querido diario:

Parece mentira que hayan pasado casi tres años desde el nacimiento de mi primogénita y ya ha nacido el heredero a la Corona de Francia.
El pasado 22 de octubre, di a luz a un niño precioso llamado Luis José Javier Francisco de Borbón, y si a todos se nos caía la baba con María Teresa, nuestro pequeño Delfín es el ojito derecho de toda Francia. Cuando nació, la noticia corrió como la pólvora y apenas unas horas después del nacimiento, se dieron festejos en todo el país y la gente se regocijaba aclamando: "¡Por fin ha nacido el Delfín!"

A mi hija María Teresa le encanta su nuevo hermanito aunque su padre y yo creemos que pronto brotarán los celos ya que nuestra “Madame Royale”, apodo que se le ha atribuido recientemente, dejará de ser el centro de todas las miradas para cederle el puesto al nuevo miembro de la familia.
Por fin he hecho realidad nuestro sueño y sobretodo he honrado la memoria de mi madre que desgraciadamente falleció hace ya casi un año, el 29 de noviembre de 1780, sin llegar a conocer al Hijo de Francia. Es una pena, pues ella se preocupó muchísimo porque Luis y yo tuviéramos un hijo varón y no ha podido ser testigo de ello. Lo pasé muy mal durante una larga temporada y la verdad es que fue un durísimo golpe para mí, y es que, siempre he estado muy unida a mi madre y la quería tanto… Espero que Dios la guarde en su gloria hasta que volvamos a reunirnos.
Luis José comparte un gran parecido con su hermana mayor y tienen unos rasgos muy similares por lo que al igual que María Teresa, el pequeño se parece mucho a mí, y no es porque sea su madre, pero el niño es un primor.
Desde el primer momento en el que le tuve entre mis brazos le quise más que a nadie en este mundo, al igual que me pasó con mi anterior hija. Es un sentimiento que no puedo describir, sentir que esa personita se ha formado dentro de mí y que ahora depende totalmente de su madre… nunca pensé que la maternidad me fuese a cambiar tanto...
Sin embargo, a pesar de las alegrías que ha traído el nacimiento de mi pequeño a todo el pueblo, muchos son los que hablan que es fruto de una relación extramatrimonial con mi buen amigo el Conde Hans Axel von Fersen, al que tengo en gran estima y ha sido un gran apoyo para mí en los peores momentos de mi vida. Aunque de esto, prefiero no hablar, porque bastante son las cosas que se dicen ya y no me gustaría dar pie a más habladurías si en algún momento este diario llegase a malas manos.
Como ya predije hace tiempo, a María Teresa le encanta ir a Pequeño Trianón; recoger huevos del gallinero, jugar con los animales, pasear… y ahora se divertirá aun más con su nuevo hermanito.
Ahora que Francia tiene su heredero no siento la presión que sentía hace tiempo y espero que este estado continúe así.

Tuya, María Antonieta.
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Imágenes empleadas:
1-Luis José retratado por Élisabeth Vigée-Lebrun


Querido diario:

He estado muy ajetreada y molesta por una serie de incómodos acontecimientos en los que me he visto implicada y de los que no soy más que una víctima.
En julio se dio el que ahora es conocido como “caso del collar”: el pres
tigioso joyero Bohmer me reclamaba el pago de un collar de diamantes valorado en un millón y medio de libras. Cuando recibí esta noticia me quedé perpleja pues aunque yo siempre he tenido fama de ser bastante derrochadora, últimamente estaba tratando de moderarme y estaba completamente segura de no haber encargado ningún collar sin embargo el joyero insistía en que el Cardenal Rohan le había hecho este pedido en mi nombre. Inmediatamente, mi primer impulso fue ordenar el arresto del Cardenal porque me pareció una gran falta de respeto hacia mi figura, la Reina de Francia.
El caso lo llevó el Parlamento y finalmente salió a la luz que el Cardenal Rohan no era mas que otra víctima y que los verdaderos culpables habían sido Jeanne Valois de la Motte y su esposo quienes se las había arreglado para hacerse pasar por mí.

A pesar de que el Cardenal haya sido hallado inocente, me siento bastante irritada pues todo el mundo me ha tratado como si yo fuese la mala de toda esta historia por intentar defenderme al creer que el clérigo había pretendido estafarme, y le he pedido a mi esposo que le destituya de su cargo como capellán y que le envíe a una de las abadías.

Además, creo que jamás me he sentido más ofendida y humillada pues incluso después de saber quiénes eran los verdaderos culpables, el pueblo me desprecia y me llama “Madame Déficit”.

De todas formas tengo que morderme la lengua y admitir que en parte tienen razón pues aunque he llevado a cabo algunas obras de caridad, mientras yo y mis amigos nos divertíamos en el Pequeño Trianón, ellos han pasado grandes calamidades y espero que mi imagen no esté tan deteriorada como parece.
Tengo como objetivo reducir mis gastos y ojalá esta iniciativa sea apreciada por mis súbditos en un futuro puesto por ahora lo único que esta provocando es que la Corte tenga más motivos para criticarme, pero yo soy la Reina y mi deber no es complacerlos a ellos, sino a mi pueblo y aunque halla cometido graves errores, espero poder enmendarlos de ahora en adelante.

Me apena mucho que todo este asunto haya coincidido con un mom
ento tan feliz en mi vida pues yo vivía en la más absoluta prosperidad tras el nacimiento de mi tercer hijo, Luis Carlos, que había traído una de nuevo una oleada de alegría al palacio como ya ocurrió con sus hermanos mayores.
Mis hijos… Gracias a ellos he comprendido qué es amar, amar de verdad
y sé que por ellos haría cualquier cosa.
Espero que la próxima vez que vuelva a escribir, sea por motivos
más agradables.

Tuya, María Antonieta.
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Imágenes empleadas:
1-Imagen del collar, protagonista de la disputa.
2-Luis Carlos retratado por Alexander Kucharsky


Querido diario:

Hoy es una fecha que me llena de tristeza, mi pequeña María Sofía cumpliría un año de vida pero, desgraciadamente, ya no se encuentra en nuestra familia puesto que murió el pasado 19 de junio víctima de una enfermedad horrible: la tuberculosis.
Aunque ella ya no esté aquí, físicamente, entre nosotros, siempre ocupará un hueco muy importante en mi corazón y en mi vida.
Cuando la tuve tan pequeñita entre mi pecho, cuando nació una cálida mañana de julio, noté como el tiempo se paraba a nuestro alrededor, como si solo nosotras dos estuviéramos en la habitación, ignorando el bullicio y la expectación que se había creado tras el nacimiento de una nueva princesa.

Tenía grandes esperanzas para ella, era mi cuarto ángel, mi cuarto hijo y creía que me iba a llenar de gracia y felicidad como lo habían hecho ya sus hermanos. Y así fue durante los diez primeros meses, hasta que Luis y yo nos dimos cuenta de que a nuestra hija le estaba pasando algo grave y que ya era demasiado tarde para remediarlo.
Es muy difícil intentar comprender este dolor, solo una madre que haya sufrido la pérdida de un hijo puede saber como me siento yo ahora, como si me hubieran arrebatado “mi sol” por completo, noto que me falta algo y lucho como puedo por salir adelante.

Mis amigas y mis familiares me ayudan mucho pero ellos no me dan las fuerzas suficientes. Esto no puede seguir así, tengo que cambiar, que ser fuerte, la corona de Francia me necesita más que nunca y mis hijos también.
He pasado por muchas situaciones difíciles desde que llegué al asombroso Palacio de Versalles para afrontar mis obligaciones y cumplir con mi deber, ahora no me derrumbaré.
Seguiré esforzarme por ser la Reina que todo país quisiera tener.


Tuya, María Antonieta
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Imágenes empleadas:
1-María Sofía retratada por Élisabeth Vigée-Lebrun


Querido diario:

Me resulta increíble que esté escribiendo esto, el Delfín ha fallecido.
Toda la Corte llora su muerte porque nuestro querido país se ha quedado sin un heredero a la corona, pero a mí me da igual que el que haya muerto fuese el Delfín, pues a mis ojos, era simplemente Luis José, mi hijo. Una terrible enfermedad, como es la tuberculosis, ha vuelto a entrar en mi vida y me ha arrebatado a otro de mis niños. Su padre y yo estamos destrozados, al igual que sus hermanos que nos preguntan constantemente que donde está, en especial la mayor, que es más consciente de la situación, pues Luis Carlos únicamente tiene 4 años, aunque ya se ha visto convertido en el próximo heredero de Francia.
Como se suele decir, las desgracias nunca vienen solas, ya que se están dando numerosas revueltas populares y es que el pueblo está muy descontento por la miseria que sufre, me culpan a mí, y en parte sé que llevan razón, pero por otro lado, creo que sus burlas son excesivas y que las habladurías acerca de mi persona son exageradas y muchas de ellas, falsas. Dicen que participo en orgías junto con toda la Corte, incluidos también la Princesa de Lamballe, la Condesa de Polignac y mi propio cuñado el Conde de Artois. Hacen caricaturas en las que me representan constantemente en situaciones comprometidas, ridiculizándome y mofándose de mí y mis allegados.
Desde mis primeros días en Versalles he sido víctima de este tipo de burlas y críticas, como por ejemplo, cuando se decía que “la austriaca” no sería capaz de darle un heredero a Francia y cuando mí ahora fallecido hijo, Luis José, nació, empezó a decirse que era fruto de una relación adúltera con mi gran amigo, el Conde Axel von Fersen.
Aunque he llegado a hartarme de estos falsos rumores, siempre he intentado hacer oídos sordos, pero en estos difíciles momentos cuesta más ignorarlos.
En especial, me ha molestado enterarme recientemente de que se dice que cuando el pueblo vino a pedirme pan yo les respondí: “¡Qué coman pasteles!” ¿Cómo diría yo una tontería como esa?
Sé que no he sido un gran ejemplo de mujer consecuente con mis actos, pero he intentado reducir mis caprichos y he llevado a cabo numerosos actos de caridad invitando incluso a niños de clase trabajadora a cenar con mi querida hija para que ella fuese consciente de su privilegiada situación y de la suerte que tiene.
No puedo negar que haya cometido muchos errores y que haya derrochado mucho dinero mientras ellos sufrían, y si quieren recriminarme por esto, no les culpo, pero me ofende que creen este tipo de mentiras.
Como ves, nuevamente, no estoy pasando por uno de mis mejores momentos, y no quiero ser pesimista, pero tal y como van las cosas, no parece que la situación vaya a mejorar.

Tuya, María Antonieta
Luis Carlos, preguntó a su padre:

"¿Por qué el pueblo se ha enojado tanto con nosotros cuando antes nos amaba?"

Luis XVI le responde:

"Hijo mío, he querido que el pueblo fuera aún más dichoso de lo que era; tuve necesidad de dinero para pagar los gastos ocasionados por las guerras; pedí a mi pueblo como siempre lo han hecho mis predecesores; los magistrados que componían el Parlamento se opusieron y dijeron que sólo el pueblo tenía derecho a dar su consentimiento. Reuní en Versailles a los primeros de cada ciudad por su nacimiento, su fortuna o su talento; es lo que llaman Estados Generales. Cuando se reunieron me pidieron cosas que yo no podía hacer, ni por mí, ni por vos, que sois mi sucesor; pero había algunos malos que habían levantado al pueblo y los excesos que hemos visto los últimos días son obra de ellos. No hay que guardar rencor al pueblo."

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Querido diario:


La situación en Francia es insostenible y ya no me quedan más fuerzas para luchar. Han sucedido tantos graves acontecimientos en tan poco tiempo que ya no sé ni por dónde empezar… En lo único que pienso es en quitarme todos estos problemas de la cabeza…
El 14 de julio, se produjo el asalto de la Bastilla. Cuando una muchedumbre furiosa por el resultado de los Estados Generales tomó la prisión por la fuerza, los revolucionarios soltaron a los presos que allí había y se apoderaron de las armas para sus enfrentamientos con la Guardia Real.
Durante el verano, el ambiente en el país fue muy tenso y las revueltas populares eran continuas, así como las protestas y la represión… Todos estos hechos bañaron las calles de nuestro amado país de sangre.
Pero el momento culminante se dio hace un par de días, el 6 de octubre, cuando, alrededor de las cinco de la madrugada, mis doncellas oyeron los gritos de unas mujeres aproximándose a mis aposentos y nos alertaron para que me refugiase, junto con mi marido y mis dos hijos, en uno de los salones de Palacio. Pero con esto no acabó todo, pues los gritos no cesaron, aunque ya no eran las intrusas, sino todo el pueblo que se amotinaba en la plaza de Palacio pidiendo nuestra presencia.
Durante unos minutos nadie se movió, nadie supo qué hacer, todos estábamos aterrados… Finalmente, Luis salió al balcón para aplacar a la multitud, pero entonces, tras unos instantes, Luis retrocedió con el rostro ensombrecido y todos pudimos oír claramente como el pueblo me reclamaba a mí gritando: “La Reine au balcone!!”
Con mis hijos de la mano, suspiré, y salí, pero la muchedumbre exigía que dejara a los niños atrás y así lo hice, aunque tengo que admitir que fue un momento muy duro para mí y me costó soltar sus manos pues pensaba que ese iba a ser el último momento en que vería sus angelicales rostros.
Finalmente, me dirigí al balcón y vi como toda la multitud, armada hasta los dientes, con antorchas y el odio reflejado en los ojos, me apuntaban con sus fusiles enfurecidos y gritando.
Instintivamente, les hice una reverencia, que sin duda merecían por todo el sufrimiento que mis caprichos y errores les habían causado, y todos ellos, perplejos, bajaron las armas y me observaron en silencio.



(Vídeo de la película La Revolución Francesa de R. Enrico y R.T. Heffron)


Volví con mi familia y el resto de personas que allí había y aunque hicieron muchas preguntas, no tuve fuerzas para responder a ninguna de ellas pues notaba como me temblaba todo el cuerpo.
El rey, consciente de que no podía luchar con esta situación, decidió marcharse al Palacio de las Tullerías, en París, y para no dejarnos desprotegidos en Versalles, nos llevó con él.
Durante las siete horas que duró el trayecto desde Versalles a París, fuimos acompañados por todo el furioso pueblo y tuvimos que soportar insultos, abucheos y amenazas hacia nosotros y en especial, hacia mí, “la austriaca”, que a pesar de tantos años aquí y de la expectación que generó su llegada en 1770, no supo responder a esa confianza que desde el primer momento fue depositada en ella.
Ahora que me encuentro en mis nuevos aposentos del Palacio de las Tullerías, recuerdo mi antigua vida en Versalles, y sobretodo, las tardes en el Pequeño Trianón, disfrutando de la agradable compañía de amigos, como Yolande de Polastron, la Condesa de Polignac; María Teresa de Saboya, la Princesa de Lamballe; mi cuñado Carlos, el Conde de Artois; mi querido Axel, el Conde Fersen… Todos ellos han tenido que separarse de mí para ponerse a salvo.
En estos momentos, aunque, a pesar de las dificultades, he sido feliz, me pregunto qué hubiese sido de mí si mi madre no hubiese concertado mi matrimonio con el Delfín de Francia o si, en lugar de eso, hubiese sido una Reina ejemplar y hubiese seguido los consejos que ella me daba y hubiese tratado de seguir los pasos de la gran María Teresa de Austria.
Nunca hubiese pensado que un lugar tan grande y lujoso, como un Palacio, pudiese llegar a parecer una prisión, y por ello, trato de convencer a Luis para que nos saque a mis hijos y a mí de aquí antes de que la situación empeore aún más porque, en estos momentos, ya nadie nos quiere ni nos necesita y todo ha llegado a un punto en el que nada podemos hacer por remediarlo, así que, solo nos queda huir.
Trataré de contactar con mi hermano José II, el actual Emperador de Austria, y Luis pretende pedir ayuda al Rey de España, Carlos IV. Espero que esta ayuda llegue a tiempo porque la necesitamos.
Todos estamos muy intranquilos y con pocas esperanzas, pero lo que realmente me parte el corazón es ver el miedo reflejado en el rostro de mis dos hijos, es un sentimiento que no puedo soportarlo, ver como sufren y todo por nuestra culpa…
Por ahora quedo a la espera de nuevos acontecimientos… y de un milagro.

Tuya, María Antonieta.

Querido diario:

Hace una semana, mi familia y yo emprendimos un peligroso viaje para abandonar el país, que se encuentra en una turbulenta situación, pero fuimos descubiertos perdiendo toda oportunidad de obtener de nuevo nuestra libertad.
Yo ya llevaba un tiempo convenciendo a Luis para marcharnos de Francia, pues creo que solo así podríamos haber estado seguros y, finalmente, decidimos que una vez que estuviéramos en el extranjero, pedir ayuda a los Príncipes y Reyes, de la dinastía de los Borbones, de las Cortes de otros países para controlar la situación y establecer de nuevo nuestro poder sobre el pueblo. Con ayuda de algunos aliados y de mi queridísimo y estimado amigo, el Conde Axel von Fersen, llevamos a cabo nuestro plan.
Luis, los niños y yo nos disfrazamos de aristócratas rusos y salimos del Palacio de las Tullerías uno a uno para montar después en nuestro carruaje.
En un principio todo parecía ir bien pero, al día siguiente, el 21 de junio, la guardia revolucionaria del Palacio de las Tullerías se percató de nuestra ausencia y se reforzaron las medidas de seguridad para impedir que consiguiésemos abandonar el país.
Esa misma tarde, Luis fue reconocido y detenido en Varennes y fuimos enviados de nuevo a París.
Este episodio ha sido la gota que ha colmado el vaso y si aún había gente que nos era fiel y tenía algo de confianza en nosotros, ya no contamos con su respaldo.
A lo largo de mi vida me he visto realmente atormentada por el sentimiento de defraudar a la gente que me importa y a mi pueblo pero, ¿qué hubiese hecho cualquier otra en mi situación? Nos tienen como prisioneros desde hace dos años y no puedo a penas dormir pensando en que mi único deseo es coger a María Teresa y a Luis Carlos, los dos únicos ángeles que me quedan, y marcharme a cualquier lugar en el que puedan estar a salvo.
Y ahora… ¿qué va a pasar? Cuando le pregunto esto a Luis el simplemente aparta la mirada y eso significa que, o está tan perdido como yo, o que teme lo peor.
No se me ocurre nada que pueda hacer ya para cambiar las cosas… Me ha tocado vivir uno de los momentos más difíciles y relevantes de la historia de Francia pero ahora, solo espero que pase lo que pase, mis hijos puedan salvarse de las culpas de sus padres.

Tuya, María Antonieta
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Imágenes empleadas:
1-Grabado de la fuga de Varennes de autor desconocido

"Pueblo de Francia, muero inocente." - Últimas palabras de Luis XVI

Querido diario:


Nunca pensé que todo esto llegaría a tal extremo, pensé que de un modo u otro todo acabaría solucionándose, en el fondo siempre tuve esperanzas, pero ahora la situación me abruma y me ensombrece tanto que soy incapaz de concebir ni un solo pensamiento positivo.
El pasado 15 de enero, La Convención sometió a votación el futuro del Rey Luis XVI. En la votación participaron 681 diputados, de los cuales 387 votaron a favor de la muerte de mi esposo, 286, a favor del destierro y 8 de los diputados permanecieron neutrales. Los resultados de la votación estaban más que claros: El Rey de Francia iba a ser decapitado… y así fue.
El 21 de enero, la sentencia se llevó a cabo en la Plaza de la Revolución ante la atenta mirada de miles de personas que se tomaron este momento como una de las grandes victorias de su revuelta.
Mis hijos, han sido apartados de mi lado y solo espero que no sepan nada de lo que ha ocurrido, pues quieren con un amor incondicional a su padre y enterarse de su muerte, les destrozaría.
Yo, con el paso de los años, aprendí a querer a Luis al igual que él a mí, aunque yo no se lo demostré tantas veces como me hubiera gustado. A pesar de que fue un hombre tímido y en mi opinión, un tanto manipulable, era muy cariñoso y siempre que mis hijos y yo le hemos necesitado ha estado ahí.
Por otro lado, aunque los revolucionarios no compartan esta opinión conmigo, él siempre intentó hacer lo mejor para Francia, pero quizás su inexperiencia, su carácter y su falta de preparación tras la inesperada muerte de su abuelo, le llevaron a cometer grandes errores que han desembocado en la terrible situación del país y en el fracaso de la monarquía, pero yo no le culpo de nada pues hizo todo lo que estuvo en su mano y siempre con buena intención; e incluso me atrevería a decir que la mísera situación del pueblo ha sido más culpa mía que suya y estoy muy arrepentida por ello. Solo me queda darle las gracias por todo lo que hizo por mí y rezar para que Dios le guarde.

Tuya, María Antonieta

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Imágenes empleadas:
1-Grabado de la ejecución de Luis XVI de autor desconocido.

Querido diario:

Últimamente es como si no sintiese nada, como si mi corazón se hubiese convertido en piedra por todo lo que ha pasado en estos últimos años.
Ahora paso mi última noche separada de mis hijos, que son lo único que me queda, en esta sucia celda de la Conciergerie, pero en estos momentos, ¿qué podría hacerme más daño del que ya he sufrido? He asumido mi destino con tanta resignación que me sorprendo a mí misma… Y mi último deseo ha sido poder disponer de ti, mi diario, para poder desahogarme por última vez y aunque, supongo que mañana, este diario se hará público y acabará en malas manos, ya no me importa nada de lo que puedan pensar o hablar de mí.
Hoy se ha celebrado mi juicio ante el Tribunal revolucionario, presidido por Fouquier-Tinville, ha sido rápido y bastante desastroso. Se me ha acusado de influir negativamente en la política de mi difunto esposo y de alta traición a Francia y a Luis por haber negociado con otras potencias extranjeras. Todo ello es mentira, por supuesto, pero lo que más me ha dolido ha sido cuando han hecho entrar a mi pequeño Luis Carlos, a quien al parecer los monárquicos consideran ya el nuevo rey de Francia a pesar de que se haya proclamado una república, y le han obligado a testificar contra mí acusándome de tremendas barbaridades. Me he sentido tan indignada, tan furiosa… ¿¡Qué culpa tendrá mi hijo de lo que hayamos hecho su padre y yo!? ¿¡Qué necesidad hay de meterle en todo esto!? Afortunadamente, he contado con el respaldo de las mujeres de la sala que han comprendido mi situación y, ante mis súplicas, me han defendido. A pesar de su intervención y de la exposición que han hecho mis abogados, quienes a penas han podido intervenir, Fouquier-Tinville ha pedido mi ejecución alegando que soy una “enemiga declarada de la Nación francesa”.
Y ahora… ¿qué podría decir yo? Creo que he afrontado todo lo que se me ha ido viniendo encima desde que nos llevaron al Palacio de las Tullerías en 1789 con fuerza y valentía y espero que, las pocas fuerzas que me quedan, sean suficientes para asumir mi destino con dignidad.
Miro hacia atrás y la verdad es que volvería a dedicarle una reverencia a todo el pueblo de Francia, pues me arrepiento y me avergüenzo de muchas cosas que he hecho aunque, por otro lado, creo que la condena que me han impuesto ha sido excesiva y las humillaciones, innecesarias.
Ahora, que es demasiado tarde y no hay nada que yo pueda hacer para solucionar la situación en la que me veo envuelta y ahora, que estoy cansada de lamentarme, los recuerdos atestan mi cabeza y, afortunadamente, solo puedo acordarme de los buenos momentos y de mis seres queridos… Mi infancia en Austria con mis padres y hermanos, las clases con mis instructores, la llegada a Francia, la boda, las fiestas, los bailes, la ópera, los juegos, mis grandes amigos y amigas, mis hijos e hijas… La vida es para vivirla y ser feliz y, aunque haya pasado por malos momentos, todos esos buenos recuerdos son la luz que ilumina esta sombra en la que ahora me veo sumergida del todo.
Espero que Francia y Austria, me recuerden siempre como la última Reina, de este gran país, que mantuvo la compostura hasta el final y asumió con dignidad las consecuencias de sus actos. Me despido de ti por última vez, pues mañana, si tengo suerte, me reuniré con mi querida madre, con mis dos pequeños Luis José y María Sofía y con Luis Augusto, último Rey de Francia.

Tuya, María Antonieta
(Vídeo de la película "El misterio del collar" de Charles Shyer)
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Imágenes empleadas:
1-Imagen de la película "María Antonieta" de Sofía Coppola