Querido diario:

Mi matrimonio ya
es un hecho.
El 15 de mayo llegué a Francia y un día más tarde se celebró mi boda con el Delfín Luis Augusto de Borbón, sin embargo la boda por poderes se había celebrado hace hoy un mes, el 19 de abril, aunque ya me parece una fecha muy lejana, pues últimamente el tiempo pasa muy despacio.

Fue un día muy largo, la noche anterior no p
ude conciliar el sueño pensando en lo que me esperaba, y ahora ya estoy aquí en mis aposentos de Versalles.
Por la mañana desayuné por última vez en Austria y me despedí de todos mis hermanos para después hablar con mi madre quien me dio una serie de consejos que deberé seguir durante mi vida aquí, en Francia.
Tras ello, emprendí el viaje con mi séquito austriaco hasta Estrasburgo donde me esperaba la Condesa de Noailles, mi dama de honor y encargada de enseñarme el protocolo de la corte versallesca, con toda una comisión francesa que se encargó de despojarme de toda mi ropa y pertenencias austriacas y ataviarme con las prendas más prestigiosas de la última moda en Francia. He de admitir que fue un momento bastante embarazoso pues, en apenas unos minutos,
me vi en paños menores delante de varias doncellas francesas a las que no conocía de nada aunque no puedo negar que la camisa de seda, las enaguas, las medias, los zapatos, los lazos y el vestido en sí, eran preciosos. Después de esto, fuimos hasta el bosque de Compiègne donde me esperaban el Delfín y su abuelo Luis XV, Rey de Francia. Luis Augusto me recibió con una exuberante sonrisa un cálido beso en la mejilla y con él me encaminé hacia el impresionante palacio de Versalles.
Esa noche dormí separada del delfín en un gran cuarto decorado con los más lujosos muebles. Esa noche, tampoco pude dormir bien pues era la primera noche que pasaba lejos de mi famili
a y mi hogar y al día siguiente, se celebraría un acontecimiento que marcaría para siempre la historia de Francia. Finalmente llegó el esperado día, y esa mañana cuando me desperté, me sentía asustada aunque a la vez impaciente pero cuando vi mi imagen reflejada en el espejo con ese elegante vestido de novia, noté como todos mis miedos se esfumaban y que contaba con la fuerza suficiente para afrontar mi cargo como delfina. Mi boda se celebró en la capilla de Luis XIV presidida por el Arzobispo de Reims quien bendijo las tradicionales trece monedas de oro y los anillos. Luis Augusto me entregó las monedas y me colocó el anillo en el dedo anular y fuimos bendecidos por el arzobispo. La capilla estaba a reventar; asistieron seis mil nobles y veintidós miembros de la familia real y había una gran orquesta formada por casi doscientos músicos que nos deleitaron con hermosas piezas de música de los más prestigiosos compositores. Luis Augusto y yo abrimos el baile pero hubo un pequeño altercado que perturbó la tranquilidad que hasta ahora había reinado en mi boda: las princesas de Lorena comenzaron a bailar antes que las duquesas francesas lo que produjo un malestar en éstas últimas que lo consideraron como una falta de respeto ya que era una ruptura del protocolo. También me enteré de que murieron unas ciento treinta personas en la calle y estas situaciones me han hecho sentir incómoda y un tanto responsable.
Esa noche el Rey, el Arzobispo y otros miembros de la Corte nos acompañaron hasta nuestro cuarto donde bendijeron el lecho y se retiraron esperando que el matrimonio se consumase pero en contra de todo lo previsto no fue así. Tanto Luis Augusto como yo nos sentíamos bastantes cohibidos por toda la presión y ninguno dio el primer paso así que, cada uno dormimos por nuestro lado. No sé si alguien se habrá enterado de que no pasó nada durante mi noche de bodas (ni durante las noches siguientes) pero espero que ese sea el caso pues sería algo bastante embarazoso para la reputación de los futuros reyes de Francia y no me gustaría defraudar a mi madre quien espera que yo sea una Reina ejemplar.
Por la mañana, me despertaron varias damas de la Corte francesa junto con la condesa de Noailles, que según me indicaron tenían como tarea vestirme y fue algo curioso pues según el cargo que ostentasen, unas tenían más derecho que otras. Esto ocurrió también a la mañana siguiente, y a la siguiente y esta misma mañana y creo que seguirá ocurriendo durante mi estancia aquí y la verdad es que pensar en ello, me agobia; la Corte francesa es realmente abrumante y lo cierto es que muchas de las tradiciones que me explica Madame Noailles me parecen ridículas aunque no me queda más remedio que acostumbrarme a esta nueva situación. Aún estoy adaptándome a la vida aquí que a parte de ser, como ya he dicho, abrumadora, es bastante monótona pero ya te seguiré contando como transcurre mi vida durante los futuros días.

Tuya, María Antonieta

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Imágenes empleadas:
1-Grabado que ilustra el enlace de María Antonieta y Luis XVI.

2-Capilla de Luis XIV, lugar en el que se celebró la ceremonia.

3-Imagen de la película de Sofía Coppola "María Antonieta"

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