Querido diario:

Desde mi llegada a Francia siempre había querido visitar París y el pasado 8 de junio de 1773, el Rey tras prepararlo todo, nos dejó a mí y a mi esposo Luis Augusto, junto con algunos miembros de la Corte, hacer un pequeño viaje a la capital.
Había dos horas de camino en las que estuvimos acompañados de gritos y aclamaciones y, a nuestra entrada oí retumbar cañones y el sonido de los fuegos artificiales.
Fuimos recibidos con el homenaje de las autoridades, la gente nos hacía muestras de cariño entregándonos pañuelos, flores… y esto continuó así durante el trayecto hasta el Palacio de las Tullerías donde nos esperaban miles de franceses que aclamaban nuestro nombre y ponían todo sus esperanzas en nosotros.

Me sentí realmente orgullosa al ver esa cálida bienvenida y fascinada por todo aquello.
Pasamos un día estupendo, volvimos a última hora a Versalles y yo estaba tan deslumbrada que no podía parar de pensar en todo lo que habíamos hecho y en las ganas que tenía de volver.
Desde ese día he hecho otras visitas a París pero éstas han sido nocturnas y sin tanta celebración ya lo que busco es divertirme.
Aunque mi marido ha venido en alguna ocasión, generalmente prefiere quedarse en casa; así que yo suelo ir con mis cuñados y amigas a pequeñas fiestas privadas a las que asisten otros miembros de la corte.

Lo que más me gusta de estas noches es jugar a las cartas escuchando música; realmente los franceses saben como divertirse, y ahora que he encontrado a gente con la que moverme me siento totalmente integrada y me ayudan a evadirme de la monótona vida en palacio.
Ya me siento cómoda y esto es, en parte, gracias a gente como la Princesa de Lamballe, la condesa de Polignac o mi cuñado el conde de Artois. Con ellos voy a la ópera, apuesto a las cartas y a los dados y muchas tardes las paso con las chicas probando nuevos peinados y encargando vestidos.
Por otro lado, Madame Du Barry sigue haciéndome muestras de cordialidad y estoy dispuesta a responder a sus saludos, pero no a entablecer una relación con ella por mucho que insistan mi madre y el embajador. Sé que es la "favorita" del Rey, pero lo que ella deseaba era que yo le dirigese la palabra, y ya lo hice hace un año cuando hice un comentario acerca de la gran cantidad de gente que había en Versalles y, como ya le dije a mi esposo, esas eran las únicas palabras que le iba a dedicar a esa mujer. Mi madre sigue preocupándose por este asunto pero a mí no me preocupa lo más mínimo y lo cierto, es que no le tengo ningún aprecio a Madame Du Barry después de lo que me contaron las hermanas del Rey.
Notarás que mi estado de ánimo ha cambiado radicalmente con respecto a los primeros días en los que empecé a escribir este diario y quizá esto se deba a que ser la Delfina de Francia no es un cargo tan estresante como yo esperaba, aunque este sentimiento de libertad me inquieta un poco porque quizás el que no me este afectando tanto quiere decir que no estoy cumpliendo mi cargo como debería…
Sin embargo, nadie me ha pedido cuentas ni me ha reñido por mi actitud hasta ahora (salvo Madame Noailles o como yo la llamo “Madame l’Etiquette” que no me deja respirar tranquila, criticando todo lo que hago y atormentándome con sus normas de protocolo) así que, trataré de relajarme y disfrutar.


Tuya, María Antonieta.
*************************************************************************************

Imágenes empleadas:
1-Imagen de la película "María Antonieta" de Sofía Coppola.

0 comentarios:

Publicar un comentario