Querido diario:

Me resulta increíble que esté escribiendo esto, el Delfín ha fallecido.
Toda la Corte llora su muerte porque nuestro querido país se ha quedado sin un heredero a la corona, pero a mí me da igual que el que haya muerto fuese el Delfín, pues a mis ojos, era simplemente Luis José, mi hijo. Una terrible enfermedad, como es la tuberculosis, ha vuelto a entrar en mi vida y me ha arrebatado a otro de mis niños. Su padre y yo estamos destrozados, al igual que sus hermanos que nos preguntan constantemente que donde está, en especial la mayor, que es más consciente de la situación, pues Luis Carlos únicamente tiene 4 años, aunque ya se ha visto convertido en el próximo heredero de Francia.
Como se suele decir, las desgracias nunca vienen solas, ya que se están dando numerosas revueltas populares y es que el pueblo está muy descontento por la miseria que sufre, me culpan a mí, y en parte sé que llevan razón, pero por otro lado, creo que sus burlas son excesivas y que las habladurías acerca de mi persona son exageradas y muchas de ellas, falsas. Dicen que participo en orgías junto con toda la Corte, incluidos también la Princesa de Lamballe, la Condesa de Polignac y mi propio cuñado el Conde de Artois. Hacen caricaturas en las que me representan constantemente en situaciones comprometidas, ridiculizándome y mofándose de mí y mis allegados.
Desde mis primeros días en Versalles he sido víctima de este tipo de burlas y críticas, como por ejemplo, cuando se decía que “la austriaca” no sería capaz de darle un heredero a Francia y cuando mí ahora fallecido hijo, Luis José, nació, empezó a decirse que era fruto de una relación adúltera con mi gran amigo, el Conde Axel von Fersen.
Aunque he llegado a hartarme de estos falsos rumores, siempre he intentado hacer oídos sordos, pero en estos difíciles momentos cuesta más ignorarlos.
En especial, me ha molestado enterarme recientemente de que se dice que cuando el pueblo vino a pedirme pan yo les respondí: “¡Qué coman pasteles!” ¿Cómo diría yo una tontería como esa?
Sé que no he sido un gran ejemplo de mujer consecuente con mis actos, pero he intentado reducir mis caprichos y he llevado a cabo numerosos actos de caridad invitando incluso a niños de clase trabajadora a cenar con mi querida hija para que ella fuese consciente de su privilegiada situación y de la suerte que tiene.
No puedo negar que haya cometido muchos errores y que haya derrochado mucho dinero mientras ellos sufrían, y si quieren recriminarme por esto, no les culpo, pero me ofende que creen este tipo de mentiras.
Como ves, nuevamente, no estoy pasando por uno de mis mejores momentos, y no quiero ser pesimista, pero tal y como van las cosas, no parece que la situación vaya a mejorar.

Tuya, María Antonieta

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